Bienvenido al blog Crucial Conversations. En este espacio, presentaremos opiniones de padres y profesionales implicados en la educación de alumnos con doble excepción. El siguiente artículo es obra de Anahid Koumriqian, antigua profesora de un colegio público, titular de un máster de la Bridges Graduate School of Cognitive Diversity in Education y madre de un niño 2e.
Ha habido muchos cambios en mi hogar con el inicio del año escolar. Llevamos a mi hijo de 18 años a su nueva residencia universitaria y trajimos a mi madre para que viviera con nosotros. Y a propósito de mudanzas, nuestra familia se ha trasladado a una nueva ciudad donde mi hijo menor comenzará la escuela secundaria. Esto puede ser bastante de procesar para cualquier niño, pero puede ser aún más en la vida de personas de doble excepcionalidad (2e) que presentan una alta inteligencia y al menos una diferencia de aprendizaje. Todos estos cambios en su rutina diaria pueden provocar incomodidad e intensos sentimientos. El haber criado niños emocionales durante tantos años me ha enseñado a planificar con antelación, avanzar paso a paso e implementar previamente los cambios para permitir por así una transición ligera y sin contratiempos por el camino.
Considerar una mudanza de tal magnitud me llevó un año de exploración y planificación. Aunque nos encantaba nuestra casa, mi esposo trabajaba en una hermosa ciudad costera durante la semana, y siempre habíamos soñado con juntarnos permanente con él. En ocasiones parecía una imposibilidad, ya que nuestros hijos eran más jóvenes y alejarlos de sus grupos sociales y escuelas les hubiera sido un cambio radical. Sin embargo, la vida cambia y aprendemos a aceptar nuevas experiencias como parte del viaje de todos. Llegamos a un punto en el que el cambio nos pareció más alcanzable. A pesar de que nuestro hijo menor estaba prosperando en su escuela, donde el aprendizaje social y emocional se entrelazaba a lo largo de su programa escolar, también era un momento mejor para cambiar si es lo que necesitábamos.
¿Podría encontrar una escuela parecida en la que el programa escolar estuviera personalizado para abordar las destrezas junto con las áreas de deficiencia? ¿Podría confiar en las estrategias de desarrollo de habilidades que había adquirido en su previa escuela para ayudarle en un entorno de aprendizaje nuevo y más tradicional? ¿Podría finalmente evitar desencadenantes emocionales sin ayuda y reorientación personalizada en un lugar donde los educadores quizás no dieran prioridad a esto?
Tenía muchas preguntas, pero me di cuenta de que completar la secundaria es un rito de transición hacia una experiencia más independizada. En nuestro caso, a medida que mi hijo cambió de escuela y se unió a una nueva comunidad, me enfoqué en despedirlo con confianza mientras me mantenía en un segundo plano, lista para guiarlo cuando lo necesitara. Mi esperanza ha sido brindarle apoyo cuando sea necesario, a medida que él encuentra su camino y se adapta a esta transición de manera más independiente.
Sin embargo, no podía dejarlo ser y no darle ningunas vías para conocer a nuevas personas. Así que logré convencerlo para que participase en deportes escolares y se uniera al equipo de water polo. Ambos correríamos el riesgo. En el pasado, los equipos deportivos no proporcionaban un éxito emocional. Me recordaba la incomodidad asociada con ver a mi hijo desmoronarse frente a otros niños y padres cuando no era su turno de regatear o golpear el balón. Me tomó mucho tiempo reenfocarme hacia la experiencia de mi hijo en lugar de preocuparme por la opinión de otros.
Aunque esas experiencias se habían grabado en mi mente, sabía que había pasado mucho tiempo. Ya había presenciado un crecimiento inmenso en mi hijo, y esto me convenció de que sería accesible y tal vez más alcanzable en esta ocasión. Aprovechando su deseo por la natación, imaginé que sería más propenso de participar en un deporte acuático. Esta fue mi forma de maximizar el potencial de una experiencia positiva, motivándolo a seguir aprendiendo y creciendo mientras entrenaba en un entorno de equipo. Hasta ahora, está disfrutando mucho de la experiencia. Como testigo, me ha quedado claro lo enorme que ha aumentado su desarrollo y su madurez. El unirse al equipo de water polo le dio un sentido de pertenencia, donde está teniendo experiencias positivas mientras que aprende algo nuevo. Dado que la actividad deportiva comenzó unas semanas antes del inicio de la escuela, pudo afrontar una nueva comunidad mientras formaba parte de un grupo preexistente.
Una cosa que aprendí al criar a tres hijos es que las amistades se forman más fácilmente cuando se rodean de niños que tienen los mismos intereses. Esta vez, el unirse a un equipo deportivo fue un éxito. Espero que las transiciones académicas también sean positivas, aunque sé que no vivimos en un mundo perfecto. Durante esta nueva experiencia, no podré resolver cada imprevisto que surja, pero espero haber tomado medidas razonables para ayudar a mi hijo de noveno grado cambiarse a una nueva escuela, una nueva casa y comunidad con la mayor facilidad posible. Todo depende de él a partir de ahora. Estaré allí para brindarle mi apoyo cuando sea necesario, pero supongo que ha llegado el momento de que él me guíe en lugar de que yo lo guíe a él.